diciembre 3, 2024

Armas heráldicas de Cataluña – pag. 100

Consecuencia directa fue el incremento de publicaciones de mapas en que se podían seguir las evoluciones de tropas expedicionarias sobre la geografía hispana; la Guerra de Sucesión aportó contingentes de Portugal, Holanda, Austria, Inglaterra, Suiza, Italia y Francia, entre otros.

Uno de los países que había apostado fuerte en favor del pretendiente austriaco fue Inglaterra, dando fe de ello los ocho batallones y nueve escuadrones de esta nacionalidad que defendían Cataluña en 1709.

Para saciar la curiosidad sobre itinerarios de las campañas de sus soldados se publicó en 1711 un «Nuevo y Exacto Mapa de España y Portugal»; el autor, un tal H.Moll, reflejó el mosaico heráldico español mediante una jerarquización gráfica que respetaba lugares preeminentes para los llamados «reinos-cabezas».

Las armas heráldicas de «Catalonia» fueron situadas en el lugar correspondiente, alternando con «Biscay». «Algarve» y demás territorios similares. Como era norma entre los heraldistas europeos, se preferían los símbolos más antiguos para cada escudo; la «Ciutat y Reine de Valencia», por ejemplo, mostraba la ciudad fortificada —armas concedidas, quizá, por el propio Jaime el Conquistador—, mientras que Cataluña ofrece la cruz de Ramón Berenguer el Grande, cuartelada con barras de Aragón.

Este mapa de H.Moll, verdadera obra de arte acuarelada a mano (138 por 50 cm.), pretendía ser exacto en contenido e información; eran tiempos en que catalanes e ingleses combatían bajo las mismas banderas contra los ejércitos de Felipe V de Borbón.

Era lógico, por tanto, que toda Europa -cuyos soldados participaron en la conflagración- conociera los dos pendones que representaban al disputado territorio catalán: el de Santa Eulalia, con la imagen de la mártir, más cruces y barras; y el de San Jorge, perteneciente a la Generalidad, cruz roja sobre fondo blanco. El documento de 1711 vuelve a mostrar el contraste entre lo que fue, y la deformante versión actual.

Barcelona, 400 años más antigua que Roma

La teoría que explica la presencia del pendón de Santa Eulalia en la procesión del Corpus en 1715, argumentando que eran dos las enseñas, no está fundamentada. La señera catalana no había sido quemada, ni tampoco llevada como trofeo al Santuario de Atocha en Madrid; a lo sumo, estaría algunos días retenida en Barcelona. Posiblemente, los generales de Felipe V prefirieron como trofeo banderas de naciones enemigas (Inglaterra, Holanda y Portugal)- que habían sido sus más encarnizados oponentes en los campos de batalla peninsulares- respetando la catalana por ocupar casi toda su superficie la imagen de la mártir Eulalia.

La teoría sobre la existencia de dos pendones de Santa Eulalia a principios del siglo XVIII es disipada por un opúsculo publicado en 1697:

«La forma de sacar esta Vandera, que propiamente es la que se lleva en la Processión el día de el Corpus: Es que sale de la Pieza, en donde se celebra el Consejo ordinario de los 36, acompañada de los Concelleres, de mucha Nobleza, Capitanes, y Gente de Guerra» (144)

El cronista afirma la unicidad de la enseña, es decir, la que presidía el ejercito catalán y la que asistía a la procesión del Corpus era la misma:

«El número de gente que se alista baxo de dicha Vandera, es según los casos, y urgencias. La menor parte es la que corre por cuenta de la Ciudad, porque los más se le van añadiendo de las Ciudades, Villas, y lugares del Principado» (145)

El comentario, continuación del anterior, además de confirmar la singularidad del Pendón, también deja constancia de la mayor proporción de fuerzas alistadas provenientes de todos los lugares del Principado, no sólo de Barcelona. El anónimo cronista no es que fuera un enemigo de Barcelona, como demuestra en los numerosos folios dedicados al ensalzamiento de las virtudes y antigüedad de la metrópoli:


(144) Anónimo: Manifestación en que se publican muchos,y relevantes servicios, y Nobles Hechos, con que ha servido a sus Señores Reyes la Excelentísima Ciudad de Barcelona; singularmente en el Sitio horroroso que acaba de padecer este presente año de 1697. Barcelona 1697, p. 75.

(145) Ibídem..


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