diciembre 4, 2024

Armas heráldicas de Cataluña – pag. 76

«lo rey de Castella renuncia a catalans. E los misatges del rey de Castella, esplicaba sa misatgeria dient com son senyor rey de Castella los tornava en sa llibertat e que eligiesen compte o senyor lo que’s volguessen» (68)

Durante el siglo XV, salvando el corto paréntesis del rey de Castilla, persiste el uso de la bandera de cruz y barras de la Ciudad y Condado de Barcelona como representativa de todo el Principado. Así ocurre en la decoración heráldica de los «draps imperials» entregados a la catedral de Barcelona cuando ocurría una defunción de rey o infante: el tejido, bordado en oro, tenía un precio  levado (cercano a las 1000) libras) y mostraba las armas de algún reino junto a las de Barcelona, que representaba al pueblo catalán:

«… imperial de brocal de la Reyna Francesca, ab les armes de la Ciutat. Altre de la Reyna Isabel ab les armes de la ciutat. Altre de D. Ferrando ab les armes de la Ciutat. Altre del Princep d’Espanya ab les armes de Portugal y de la Ciutat. Altre de la reyna Joana ab los escuts de la Ciutat y d’Espanya. Altre de la Emperatriu ab les seves armes y les de la ciutat» (69)

Siempre encontramos idénticas simbologías en los estandartes del Principado. El 20 de abril de 1473 fue una bandera crucífera la que se «enviá a Perpinyá contra francessos», repitiéndose otra salida similar en 1484.(70)

Unos años antes, en 1436, se desarrollaron los acontecimientos victoriosos para las fuerzas del Magnánimo que culminaron en la conquista de Nápoles. Debemos al «capellá» del rey unos apuntes
sobre la ceremonia de bendición de banderas utilizadas en la campaña:

«lo senyor rey hoyi missa ab tots sos capitans, e dita missa benehiren les banderes: la primera bandera qui era del glorios cavaller sent Jordi; la segona era de sent Miquel; la tercera era de Aragó e Cecilia (Sicilia); la quarta era del realme (del reino ¿Nápoles o Valencia?); la quinta era de Aragó; la sisena era de sent Pere» (71)

Según el texto medieval, no existía en los ejércitos de la Corona de Aragón ninguna bandera del «Principal de Catalunya»; por lo menos en la conquista de Italia, aunque es innegable que una proporción elevada de las fuerzas la constituían soldados provenientes de los condados catalanes. En la ceremonia de bendición en Capua, sabemos que cerca del Magnánimo se encontraban quinientos arqueros de Barcelona.

En la documentación medieval es notorio que se denominaba a la bandera barrada «de Aragón», y el grito de guerra no era ¡Cataluña! ¡Cataluña! (como aparece en un libro de editorial catalana dedicado a la vida de Jaime el Conquistador concretamente, en la toma de Játiva), sino ¡Aragón!; Aragón!. Por ejemplo, cuando en 1436 se realiza la acometida y asalto a la ciudad italiana de «Gayeta» por tropas del Magnánimo:

«… e entró per la ciutat de Gayeta cridant ¡Aragó!¡Aragó! emparas del portal de la ciutat alça banderes de Aragó» (72)

Pocas veces puede utilizarse testimonio tan directo como en esta ocasión, ya que la personalidad del «capellá» del Magnánimo y sus referencias a banderas, ofrecen certeza sobre cuál era la denominación de la enseña en litigio: era de Aragón. Los catalanes quizá se vieron representados por la enseña de San Jorge, aunque no hay que olvidar que media Europa compartía el símbolo; resto iconológico de los heroicos años de las Cruzadas.

Mientras tanto, los barcos catalanes continuaron utilizando su enseña del Condado de Barcelona, barras cuarteladas con la cruz de San Jorge; incluso en el último tercio del siglo XV. En 1478, el rey aragonés Juan II, poco antes de fallecer, enviaba una flota de socorro a la isla de Rodas, defendida por los caballeros de San Juan de Jerusalem; un tapiz (hoy en el Museo de Artes Decorativas de Barcelona), desmiente el «inflexible documento» del año 1396, que ordenaba utilizar sólo la bandera barrada a los barcos catalanes. En el citado tapiz, se observan enseñas de barras y cruz, en las galeras.


(68) Ibídem.

(69) Carreras Candi. F.: op. cit. pág. 1129, nota 414.

(70) Ibidem, p. 605.

(71)Dietari del Capellá, p. 161.

(72) Ibidem, p. 168.

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