enero 14, 2025

Armas heráldicas de Cataluña – pag. 87

Resumiendo: para comprender el dominio catalán (léase aragonés) en Grecia, no hay como recordar un hecho que pone de relieve el anarquismo y ficticia autoridad que los reyes de Aragón y Valencia ejercían en ella. Durante varias décadas, el soberano había intentado que la cabeza de San Jorge, reliquia muy codiciada por los monarcas europeos, fuera llevada a sus reinos hispánicos. A pesar de encontrarse en una isla griega, teóricamente bajo el dominio aragonés durante el siglo XIV, fue una galera veneciana la que transportó a esa ciudad el ansiado cráneo del mártir (98); lugar donde todavía se venera. Curiosamente, cuando en 1599 Felipe III visitó Montesa, los caballeros valencianos «le dieron a besar la Cabeza del Santo Jorge que está allí y es Patrón de la Orden» (99)

De todo el «dominio» en zonas griegas sólo hay un hecho digno de recordar en el aspecto cultural, y que siempre repiten los historiadores; la sincera admiración que causó el Partenón en un expedicionario y el interés que despertó en el rey de Aragón y Valencia.

Fortuni y la bandera de Ramón Berenguer III

En 1857, el pintor catalán Mariano Fortuni terminaba el óleo titulado «El Conde Ramón Berenguer III, clavando la enseña de Barcelona en el Castillo de Foix» (Palacio de la Generalidad, Barcelona). La composición, ecléctica en su estilo, distaba mucho de la maestría alcanzada en cuadros posteriores de ambiente norteafricano; el joven pintor – sólo tenía 18 años- dejó en el lienzo una prueba de la particular visión histórica que tenían sus contemporáneos. La figura del conde Ramón Berenguer enarbola una gran bandera con la imagen de Santa Eulalia, aunque, obviamente, Fortuni no pudo utilizar documentación alguna que probara su existencia en el siglo XII.

¿Por qué razón asoció Fortuni la bandera de Santa Eulalia con Ramón Berenguer el Grande? lógicamente, por coherencia con el contexto romántico-histórico que imperaba. Víctor Balaguer, historiador que influiría en el joven artista, describía de esta forma el asalto al castillo:

«… decidió Ramón Rerenguer regresar a sus tierras, y quiso la suerte entonces que un venturoso hecho de armas completase la gloria (…) llegó la armada a Provenza, llevando a bordo al cardenal Boson, legado del Papa, y tuvo allí noticia el conde de que la fortaleza de Fossi se había apartado de su obediencia. Decidió no pasar adelante sin someter este castillo (…) Hay quien dice, que al dar el asalto, fue el mismo conde el primero que llegó a lo alto de la torre donde tremolaba la señera rebelde, y arrojando por sus manos el pendón enemigo, clavó en lugar suyo la señorial bandera de Barcelona, que desde entone es (…) continuó flotando ufana al viento, pabellón constantemente triunfante de la domeñada ciudadela» (100)

Aparte del rabioso tufillo de nacionalismo insatisfecho que destila el «trovador de Montserrat» y primer «mestre de gay saber», como se llamó a Víctor Balaguer, aparece claramente cuál era la señera de Ramón Berenguer, pues, retirada la «señera rebelde», se puso la del Condado de Barcelona. Obsérvese las fuentes históricas esgrimidas por este contemporáneo de Fortuni; simplemente afirma que «hay quien dice». Era un enfoque histórico idéntico al de Beuter, con aditamentos fantásticos para satisfacer al creciente nacionalismo burgués.

Fue en el siglo XIV cuando la devoción hacia Santa Eulalia adquirió plena popularidad. En 1338 se trasladaba el cuerpo de la mártir a la capilla subterránea de la catedral de Barcelona, en presencia de Pedro el Ceremonioso. No obstante, la imagen de la santa parece que todavía no estaba reflejada en la señera catalana; un documento fechado en 1395 recoge la orden «dels consellers» para confeccionar la enseña, sin hacer referencia a la mártir:

«Un pendón largo con la señal de San Jorge, esto es, la cruz roja y el campo blanco, que es la señal de la Ciudad» (101)


(98) Ibídem, p. 194.

(99) Sucesos de los años 1598 a 1599. Bib. Nac. de Madrid, M. 2346, fol. 170 v.

(100) Balaguer, Víctor: Historia de Cataluña. Madrid, 1885. p, 335.

(101) Carreras Candi, F.: op. cit., p. 604.


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