En la Edad Media, por tanto, aparecen dos banderas perfectamente documentadas: la genuinamente catalana, símbolo del conde de Barcelona, con la cruz que posteriormente fue llamada de San Jorge y que representó alternativamente a la ciudad, al Principado y a la Generalidad; la otra bandera, compuesta por cruces y barras alternadas en cuarteles, constituía el resultado heráldico de la unión del condado al reino aragonés y fue considerada representativa de todo el Principado. Así lo testifica el famoso Atlas de Cresques, regalo de Pedro el Ceremonioso en 1375 al soberano francés; sobre Cataluña sólo ondeaba esta última enseña.
Los datos apuntan hacia el siglo XVI como fecha probable en el cambio del nombre de la bandera; hecho que alteraría sensiblemente la supuesta antigüedad de la señera de Santa Eulalia. Así lo sugiere este documento del siglo XVI:
«La bandera que vuy (hoy) se aparta en la professó del díe del Corpus, y axí ja nos din vuy, traurer la bandera de la Ciutat, sino la de Santa Eulalia, per haverhi en aquella una imatge de la santa» (102)
Respecto al cambio de nombre de la enseña, a pesar del dato aportado por Carreras Candi, comprobaremos que presenta un enredo respetable:
«Lo nom de bandera de Santa Eulalia ja’l pren en 1588. La Bandera gran de Santa Eulalia mostrava al cap la figura o imatge de Santa Eulalia, de plata» (103)
Por tanto, ésta sería la bandera que participó en las acciones cívicas y castrenses representando al pueblo catalán; aunque posteriormente al siglo XVI. Antes, sólo aparece en lienzos como el de fortuni o textos fantásticos del «Trovador de Montserrat» y adláteres. Ahora bien, pudo haber en la catedral de Barcelona una enseña religiosa de la mártir, que progresivamente extendió su simbolismo a las esferas civil y militar.
La señera de Santa Eulalia expresaba el poder del Principado y, en consecuencia, su ceremonial era muy solemne, marchando siempre acompañada por los «Consellers», si bien hubo más de un intento del Virrey para monopolizarla —como sucedió el 13 de diciembre de 1639—, aunque sin éxito. Asimismo, hay estandartes dudosos, como los exhibidos en la guerra del Rosellón en 1637. calificados de «camp»; es decir, para uso en batalla; su diseño era simple:
« …de taffetà blanch ab una creu de Santa Eulalia de taffetà carmesì, sens ningunas armas»
Estas banderas con cruz de Santa Eulalia —forma aspada o de San Andrés— eran similares a las conocidas en toda Europa como de Borgoña; muy habituales en la infantería española del siglo XVII. A pesar de ello, no parece que las armas borgoñonas fueran donadas por algún conde catalán devoto de la mártir.
La «Guerra dels Segadors» y sus banderas
La decrepitud del Imperio no era un secreto para los pueblos regidos por Felipe IV; los acontecimientos reales eran observados y analizados por triviales que fueran. Una carta enviada a Barcelona desde Valencia comunicaba la pobreza de la escolta real, en contraste con la impresionante guardia del emperador Carlos:
«Lleva su Magestad quarenta soldados de su guarda. Tudescos veynte, y Españoles veynte, de cavllo (sic) no trae ninguno» (104)
A Cataluña nunca le faltó información sobre las debilidades de la Corona de España, no sólo en cuestión de escoltas reales. En plena guerra «dels Segadors», en 1644, estaban al corriente de los
galeones hundidos, las ciudades perdidas o los batallones vencidos de Felipe IV (105).
El militar portugués Don Francisco Manuel de Meló (1611 -1667) coetáneo de la sublevación y guerra de Cataluña contra el monarca Felipe IV, relató lo sucedido: inicios del alzamiento, llegada a Barcelona de los segadores, desconcierto de las autoridades y la sorprendente proclamación de conde de Barcelona (el título máximo del territorio no era fácil de modificar) a Luis XIII de Francia.
(102) Ibídem, p. 605.
(103) Id., p. 558.
(104) Anónimo: Copia primera y relación verdadera de las fiestas y recibimientos que ha hecho la Ciudad de Valencia a la Magestad del Rey N.S. Filipo Quarto. Barcelona, 1632, (sin foliar)
(105) Nogués, Gabriel: Relacion verdadera o epitome breve de algunas provincias, ducados, condados, flotas, armadas navales, castillos, galeones, y galeras que ha perdido el Rey de España. Barcelona, 1644
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