enero 14, 2025

Armas heráldicas de Cataluña – pag. 97

Asimismo, la antigua enseña de Ramón Berenguer el Grande no había sido olvidada, pues en 1714 representaba a la Generalidad. De hecho, y por derecho, muchos todavía la consideraban como la
genuina señera catalana, creándose cierta pugna con el pendón de la Santa. Véase, por ejemplo, el comentario de un testigo de los últimos días de la guerra:

«serían las 8 quando llegó al llano del palacio el Diputado Real D Antonio Grases y Dez, y el oydor Real Tomás Antich Saladrich, con la Vandera de San Jorge que era el pendón representado (sic) el Principado (…) poniendo la rodilla en tierra, le dijo que dispusiera donde quería que fuesse con la Vandera, que él con aquella gente estava allí para morir por la defensa de la Patria (…) retiraron la Vandera de la Diputación» (133)

Por tanto, la «Vandera de San Jorge, que era el pendón representando el Principado», podía considerarse como la única equiparable a la señera de Santa Eulalia. Posiblemente sea el manuscrito de Castellví una de las fuentes más importantes para conocer lo sucedido en Cataluña desde la perspectiva austracista y catalana. Su participación activa en la Guerra de Sucesión, hace inestimables las referencias a banderas que simbolizaban las libertades de la Cataluña «maulet» contra el poder de Felipe V. Por ejemplo, cuando se acercan estas tropas «al llano de la ciudad de Barcelona», Villarroel comunica a los Diputados de la Generalidad la situación límite en que se encuentra y, por tanto, había que utilizarse el máximo recurso que era la salida de la enseña de Santa Eulalia:

«conviene dar órdenes (…) y pues V.E. sabe que no tengo tropas con que al presente pueda dar algún expediente para contener al enemigo (…) y como el daño presente se hace extremo, también ha de ser extremo el remedio, con que solo el estandarte de Santa Eulalia, que tanto ha defendido este Principado, pueda contener y aun rechazar al enemigo»(134)

Villarroel reclamaba la señera de Santa Eulalia, «que tanto ha defendido este Principado», por ser la máxima autoridad militar en Cataluña al ostentar el grado de «Theniente de Mariscales de las Tropas del Emperador», según refiere el Marqués de San Felipe (135)

Respecto a Castellví, cuando reproduce frases de Villarroel, deja entrever la esperanza en una afluencia de catalanes, «legiones terrestres», que acudirían de pueblos y ciudades a defender a su señera de Santa Eulalia:

«… sobre las legiones terrestres que los pueblos enviarían al ver enarboladada bandera (de Santa Eulalia); las celestiales no podían faltar» (136)

El venerado estandarte de la mártir fue llevado al combate, aunque las legiones terrestres y celestiales no impidieron la derrota catalana, con la consiguiente entrega de la bandera; pero esta es otra historia.

Más fantasías heráldicas: la señera de Santa Eulalia

Es admirable la imaginación utilizada por ciertos escritores catalanes para adornar con fantasías la historia de sus banderas. Generalmente, los propósitos son prolongar la longevidad del símbolo y dramatizar el pasado con anécdotas ficticias, mitificándolo. Así sucede en la narración de Castellví referida al acto de entrega de la bandera de Santa Eulalia a las tropas de Felipe V:

«Passó el Coronel Dalmau a representarlo a los Concelleres, y el día 15 fueron entregadas todas las vanderas (…) y la antiquísima vandera de Santa Eulalia» (137)

Esta «antiquísima vandera de Sama Eulalia» no tenía ni un siglo de antigüedad. Recordemos que fue en el último tercio del siglo XVI cuando se situó sobre el asta la escultura de la santa; el resto, según Serra y Valls, «fou feta en 1640», a pesar de ello, el cronista dieciochesco insiste en calificarla como reliquia vexilológica de muchos siglos atrás:


(133) Sempere y Miquel, S.: Fin de la Nación Catalana. Barcelona 1905, p 549

(1.34) Castellví, F.: op.cit., fol. 282.

(135) Bacallar y Sanna. Vicente (Marqués de San Felipe): Comentarios de la Guerra de España. Génova, 1725, tomo 2º, p. 104.

(136) Sempere y Miquel, S.: op.cit., p. 194.

(137) Ibídem, p. 568.


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