«… más sensible fue a la nación (Cataluña) verse despojada de este antiquíssimo blasón»
La epopeya no parecía completa sin el adorno de un patriota muerto en su defensa, tarea que cumplió el historiador y eclesiástico Don Mateo Bruguera en «Historia de la invicta y memorable Bandera de Santa Eulalia», publicada en 1861. El supuesto cadáver es el de Rafael Casanova, nada menos que el «Conseller en cap»; no obstante, sólo fue herido levemente en una pierna, siendo hospitalizado en el Colegio de la Merced. Rafael de Casanova no murió defendiendo la enseña de Santa Eulalia, sino, plácidamente, en Sant Boi de Llobregat en el año 1743.
El bueno de Mateo Bruguera, ya puesto a «enriquecer» la historia de la señera catalana, se despachó a su gusto con frases referentes al fin sufrido por la enseña a manos del cruel verdugo botifler:
«… la vil mano del verdugo tomó dicha Bandera para reducirla a cenizas, echándola en horrible hoguera levantada en la plaza pública»(138)
Estos despropósitos convertían en más digeribles los relatos para las mentes románticas, aunque carecieran de fundamento. Lo cierto es que en la procesión del Corpus del año siguiente, en 1715, vuelve a utilizarse la enseña, que estaba tan calcinada como muerto Don Rafael de Casanova:
«… que lo Dr. José Mas, escriba racional de la present Casa, entregue la Bandera de Santa Eulalia, que te en pura comanda, als sacristans de la Seu (…) per aportar a les Professons» (139)
De la Señera catalana se conserva un fragmento, según Serra y Valls:
«Actualment (en 1893) no mes se conserva com a reliquia de la famosa Señera, un troç de roba de seda que fon de color carmesi, d’uns vuyt palms de llarch y quatre d’ample, ab una pintura de Santa Eulalia, ab la creu de son martiri en la má esquerra y una palma y un llibre en la dreta. Fou feta en 1640» (140)
Sin embargo, ya apuntamos la existencia de una enseña de Santa Eulalia en el siglo XV. cuya representatividad apenas excedía del ámbito eclesiástico; ciertamente la mártir iba extendiendo su popularidad, como prueba que llevara su nombre la galera prestada a Alfonso el Magnánimo por la Generalidad en 1418, para convertirla en navío de guerra (141). Cinco años después, la ciudad renovaba la enseña de Santa Eulalia, destinada a presidir las solemnidades del Corpus:
«A tres de Desembre de 1423, lo Rey Alfons tramete lletra de sa vinguda de Napols a Barcelona y entra lo dijous 9 en professó fou portada la bandera de Sta. Eulalia la qual la dita ciutat había feta fer de nou en la festa del Corpore Chisto» (142)
Esta enseña, según el canónigo Bonaventura, antes de modificarse en 1596 -cuando adquirió categoría de Señera catalana- llevaba una cruz rematando el asta:
«Desde su origen es de presumir el uso de la bandera roja con la imagen de Santa Eulalia en su centro y la Cruz blanca por remate, otorgándosela precedencia absoluta en todas las procesiones de la Catedral» (143)
A fines del XVI, por tanto, con la adición de las armas cuartelas en la enseña, se convirtió en símbolo de la «nación catalana». Antonio de Villarroel, «Cap militar de les forses catalanes», solicitaba como último recurso «el estandarte de Santa Eulalia, que tanto ha defendido este Principado», y el «Conseller en cap» caía herido (levemente) defendiendo esta señera, cediéndola al Duque de Plasencia que ostentaba el título de «protector del Brazo Militar de la Generalidad de Cataluña». Por el contrario, un significativo silencio se cierne durante la Guerra de Sucesión sobre la enseña de cuatro barras en Cataluña.
«A New and Exact Map of Spain»
En 1711, las fuerzas aliadas que intentaban proclamar al Archiduque Carlos como rey de España convertían a nuestro país en centro europeo de atención.
(138) Bruguera, Mateu: Historia de la invicta y memorable bandera de Santa Eulalia. Barcelona, 1861, p. 167
(139) Archivo Municipal de Barcelona; Rúbrica de las deliberacions de 1714 fins 1718. fol. 55.
(140) Serra y Valls, J.: La Bandera de Santa Eulalia. Barcelona 1893, p. 312.
(141) Conde i Delgado, R.: El port i la marina barcelonina.
(142) Ribas, Bonaventura: «Papers del Canónigo B. Ribas»: «Llibre de cosas assenyaladas». Arch. Mun. Barcelona (Ref. C4-C8/7)
(143) Ibídem.
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