En la actualidad, la denuncia sobre falsedad de alguna de las sorprendentes reliquias místicas no escandaliza a nadie. La lógica racional superó un tipo de religiosidad ingenua, surgiendo otra más profunda y culta. En el símbolo heráldico que vamos a estudiar todavía faltaba realizar su disección para discernir cuánto hay de cierto, falso o dudoso.
Como una referencia sobre qué reliquias nos dejó la Edad Media, y sin ninguna motivación irreverente, recordaremos algunas pertenecientes a la Catedral de Valencia. Todavía en 1828 se exhibían, con ceremonial especial, a los devotos visitantes:
«parte del Velo que llevaba la Virgen Santísima»
«parle del Cráneo del Patriarca Zacarías, Padre del Bautista»
«Brazo y Mano derecha de San Lucas Evangelista con que escribió los Santos Evangelios, y pintó esta Santa Imagen de nuestra Señora»
«la nuez del cuello de San Pedro Apóstol»
«la Camisita que la Virgen Santísima labró con sus manos, y puso al Niño JESUS en Belén»
«relicario de plata dentro del cual hay Leche de la Virgen Santísima»
«pedazo de sponja (sic) con que dieron hiel y vinagre a Cristo Señor nuestro»
«un pedazo de la Bandera de San Jorge Mártir» (3)
Igual garantía de autenticidad tenía el «pedazo de la Bandera de San Jorge Mártir», celosamente conservado en la Catedral de Valencia, que el llamado pendón de la Conquista. En próximas páginas comprobaremos que esta bandera de cuatro barras era inusual, ignorada y, por tanto, rechazada; actitudes y hechos que no hubieran sucedido si fuera ciertamente la señera del Conquistador. Significativamente, en los siglos XVI y XVII (fecha de antigüedad del pendón, según Chabás) proliferan noticias referentes a banderas otorgadas por Jaime I en la conquista de Valencia. El notario de Felipe II, Henriq Cock, relatando la visita de su señor a la ciudad de Daroca, afirmaba lo siguiente:
«… en las torres de las esquinas, dos banderas del rey don Jaime dadas a la ciudad en el cerco de Valencia» (4)
O, por citar otro ejemplo, el estandarte de Aragón otorgado por el mismo soberano a los tercios de Teruel, Calatayud y otras ciudades aragonesas. El motivo fue por la destrucción de sus enseñas por moros valencianos, en enfrentamiento junto a la puerta de los Serranos, «de lo qual lo Rey se dona per molt servit, y els doná Estandart ab les armes de Aragó» (5)
Hay, sin embargo, una desigualdad entre la señal real que, habitualmente, fue de cuatro barras a partir de mediados del siglo XIV, y la que usó Jaime I; pues los indicios indican que tenía sólo dos barras rojas sobre tres amarillas.
SERVICIO DE CORREOS CON SEÑAL REAL
Todo correo en acto de servicio venía obligado a llevar ostensiblemente sobrepuestas o bordadas, en la parte izquierda de la capa o ropa, las insignias reales de Aragón (6). Se conserva un excelente documento gráfico que muestra imágenes de Correos del Rey portando señal real y dialogando entre sí. El grabado lo conocemos gracias a la labor investigadora de una organización singular: los bolandistas, sociedad formada por miembros de la Compañía de Jesús, que trataron de averiguar lo cierto de la hagiografía y depurar lo dudoso. Los resultados de su labor aparecieron publicados en los Acta Sanctorum que, sorprendentemente, eran condenados en 1695 por la Inquisición española. La asociación se trasladó a Bruselas en 1773 donde continuó su obra; editándose el «Acta» en tres ocasiones: Amberes (1643-88), Venecia (1734-70), y París (1863).
(3) Nota de las reliquias existentes en esta Santa Iglesia Metropolitana y orden con que se manifiestan a los fieles. Valencia, año 1828 (sin foliar)
(4) Cock, Henriq: Relación del viaje hecho por Felipe II en 1585 a Zaragoza, Barcelona y Valencia. Madrid, 1976, p. 24.
(5) Blay, Gaspar: Sermó de la Conquista. Valencia, 1666, p. 14
(6) Toledo Girau: Los Correos en el Reino de Valencia. Valencia, 1958, pág 29.
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