en la Batalla de Gandía, cuando los Pertusa se alinearon con la nobleza en contra de los agermanados, creando lazos definitivos y méritos para sus descendientes. En la relación de «Caballeros que asistieron a esta desventurada batalla» son citados «D. Juan Pertusa Mayor, D. Gimen Perez Pertusa, D. Juan Pertusa menor»(86)
Después de la contienda encontramos Pertusas en todos los acontecimientos notables, ya sea la visita de Felipe III o los festivos torneos galantes. En «Residuo poético», manuscrito del siglo XVII conservado en la Bib.Nac. de Madrid, se describen las «Fiestas de Estafermo y torneo que la Nobleza de Valencia consagró al culto de sus Señoras». con participación del Conde de Albatera, el Marqués de Albayda, el Conde de Elda, el de Cervellón, el de Olocau, etc.; y, cómo no, un Pertusa entre ellos:
«Pues que Don Jayme Pertusa
y el Conde de Buñol dieron
a la Juventud envidias
y a la ancianidad consuelos»!87)
En fin, el linaje Pertusa rezumaba prestigio en el siglo XVII; no obstante, la situación fue muy distinta a fines del XIV, cuando el asesinato del gobernador ensombreció la trayectoria familiar. La historia que sigue ya la sabemos, pocos años después de la tragedia, los Pertusa entregaban el falso escudo de Don Jaime a la catedral valenciana.
HISTORIA DE LA HISTORIA DEL PENDON
Ya hemos llegado al meollo del asunto después de comprobar previamente que esta «reliquia» no fue modelo para nada; las cuatro barras fueron rechazadas en nuestras monedas, en las cintas de seda de la documentación regia, y en los primeros cuadros de nuestra historia con la imagen del Conquistador. El propio monarca de Valencia, al obsequiar al rey de Francia, hizo representar la señera de dos barras (coronadas a partir de 1377) sobre nuestro territorio, y no cuatro como el pendón. El porqué de esa ignorancia de la supuesta señera es fácil de entender, por ser muy posterior a la época de la Conquista.
Comenzaremos por recordar que entendían los contemporáneos de Jaime I por pendón. Su diferencia con la señal real o señera es notoria. Alfonso el Sabio es el primero que da una clara explicación de las banderas de su época; el monarca castellano tuvo estrecha relación con la corona aragonesa al contraer matrimonio, en 1244, con Violante de Aragón, hija de Jaime el Conquistador; posteriormente recibiría de su suegro el reino de Murcia. Así definía este tipo de enseña el rey castellano:
«Los pendones, anchos por el asta y agudos por el batiente, eran para los Maestres de las Ordenes Militares y para quienes mandasen de cincuenta a cien caballeros»(88)
Definición de pendones concordante con los documentos de la época —siglos XIII y XIV— en que aparecen estas enseñas de tres a nueve barras, que son llevadas junto a jefes de Ordenes Militares y caballeros que tenían mando; mientras que la Señera de dos barras está junto al monarca. Es un dato que conviene no olvidar. De momento, repasaremos lo que nuestros historiadores averiguaron sobre esta reliquia.
Parece ser que hasta el siglo XVI nadie menciona el pendón. Sólo este detalle tendría que hacer meditar a los que pregonan que fue nuestra bandera nacional desde la Conquista. Nadie cita al presunto pendón; ni en las fiestas, ni en los actos militares y regios; tampoco en los religiosos. El mutismo más absoluto es lo que ofrecen legajos, pergaminos y dietarios medievales sobre la,teóricamente, señera del Reino.
Los historiadores prudentes, siempre tuvieron la precaución de no manifestar su creencia en la autenticidad de la reliquia; es decir, no llegaron a la negación total como hizo Roque Chabás, sino que matizaron su opinión:
(86) Quas, D. Luis: Hechos de la Germanía, año 1580. Bib. Nac. de Madrid. Ms. 597. f. 122.
(87) Mercader, Gaspar: Residuo Poético, Bib. Nac. de Madrid. Ms. 17527. pp. 386 y 390.
(88) Historia de las Fuerzas Armadas. Ed. Palafox, Zaragoza, 1983.
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