«…determinado de traure, y portar perpetuamente en la mateixa conformitat, la dita Espasa Real en totes les processons de Sanct Donis (…) cosa que enjames se ha fet fins lo any present»(141)
Es obvio que la casi totalidad de reliquias cívicas eran tan carentes de autenticidad como las religiosas.
En San Vicent de la Roqueta no fue depositado ningún pendón real de Jaime I, la razón de visitar el templo la comitiva del primer Centenario de la Conquista, en el año 1338, fue en homenaje al mártir que había muerto por la fe. El documento del siglo XIV, estudiado por el historiador Juan Bautista Perales, decía:
«El viernes 9 de octubre (…) se celebró la fiesta anual de San Dionís. Salió la procesión de la catedral, dirigiéndose a San Vicente de la Roqueta, en loor de haber derramado su sangre y haber sufrido martirio aquel santo en Valencia en defensa de la religión cristiana (…) El Consejo ordenó que la procesión se celebrase anualmente en dicho día, además de la fiesta que debía repetirse en cada siglo con mayor suntuosidad»(142)
Respecto a las famosas palabras, tan monótonamente reproducidas en libros de historia, en que el rey Jaime decía: «Quam vim la nostra Senyera sus en la torre, descavalcam del cavall…» etc., hay serias dudas sobre quién fue el autor de la Crónica: es decir, que Jaime I no la hubiera escrito. En el pasado hubo más de un valenciano que sospechó de esta obra, llegando Joseph Villarroya, en el año 1800, a publicar un opúsculo dedicado al tema:
«en que se convence que el Rey D. Jayme I de Aragón no fue el verdadero autor de la Crónica o comentarios que corren a su nombre»(143)
Hasta el propio Joan Fuster se refiere a la Crónica en términos ciertamente significativos sobre su paternidad:
«En su auténtica o apócrifa Crónica -el Llibre deis feits-»( 144)
En fin, auténtica o no constituye una de las pruebas más claras para demostrar la falsedad de la leyenda sobre el pendón de la Conquista: ya que en ella no se hace la más mínima referencia a que Don Jaime lo donara al templo de San Vicente, y tengamos en cuenta que la Crónica narra anécdotas mucho menos importantes.
Existe, sin embargo, un factor que hará imposible demostrar dentro de pocos años que la señera de la Conquista no tenía nada en común con el pendón, ni por la forma ni en el número de barras. El factor a que me refiero es la continua alteración y falsificación de las fuentes históricas: sus autores, una vez denunciados siempre les queda la posibilidad de alegar que fue un inocente lapsus. En cualquier lápida o pintura que se restaura de los siglos XIII o XIV, siempre que no sea muy escandaloso el fraude, si hay dos barras se aumentan a cuatro.
Valga de ejemplo la Señera Real coronada que Mecia de Viladestes hizo figurar sobre la «Ciutat y Reyne» en 1413, con las dos barras clásicas. Sin embargo, en una ilustración del libro «Ensenyes Nacionals de Catalunya» son, milagrosamente, transformadas en cuatro. (145)
Roque Chabás estuvo acertado al denunciar la falsedad del llamado pendón de la Conquista: por algo en sus observaciones comprobó que «la tela, pintura y paleografía de la fecha la denuncian como obra del siglo XVI o XVII». El hecho de ser representada la bandera de Jaime I con la inconfudible silueta de dos puntas -totalmente distinta a la del pendón- tanto en la Crónica de Beuter (1538) como en la de Ortí (año 1640), demuestra claramente que el actual pendón aún no existía o, por lo menos, con su atribución jaimina. Las incógnitas sobre su lugar de origen ya se han sugerido: pero, igual que sucede con todas las falsas reliquias, los iniciadores del equívoco suelen realizarlo de la manera más discreta y sin dejar huellas.
(141) Verdú, Gabriel: dedicatoria del «Sermó de la Conquista» de Blay Arbuxech
(142) Perales, J. Bautista: Décadas de la Historia. Valencia 1880, p.203.
(143) Villarroya, Joseph: Colección de cartas histórico-críticas. En Valencia, oficina de D. Benito Monllor. Año de 1800.
(144) Fuster, J.: El blau en la Señera, p.9
(145) Domenech, L.: Ensenyes Nacionals de Catalunya. Barcelona 1936, p.88
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