almas no desdeñaba extenderse territorialmente. El estilo del grabador recuerda a los maestros del sur de Alemania; quizá el autor presenciaría acciones protagonizadas por este «signífero», que figuraba al frente de las tropas vaticanas asistentes al Concilio de Constanza en 1414. (37)
Posteriormente, en el Renacimiento y Barroco, el palio fue bordado como un símbolo más en las banderas de los «vexilliferos» de la Iglesia. En el cuadro de Salviatti (Palacio Farnesio de Roma) que representa el acto en que Eugenio IV nombra defensor de los Estados Pontificios a Ranuncio Famesio, se puede observar un gran estandarte con la «umbella» de barras rojas en él. También la miniatura de Giulio Clovio titulada «Francesco Maria delle Rovere ricere il bastone de comando de papa Giulio II» (38), muestra el «conopeum» barrado de oro y gules.
En escritos de Inocencio III, el pontífice que nombró «vexilífero» al padre de Jaime I, aparecen descripciones del palio (no el dosel, sino su prenda homónima) con las «duas líneas» o franjas purpúreas, destacando la importancia de este color:
«Per purpuram regiae dignitatis significatur pontificalis potestas… »(39)
El erudito dieciochesco Muratori recoge interesantes cartas que se remontan al siglo VI, y tratan precisamente de las concesiones que los últimos emperadores romanos, y primeros bizantinos, otorgaban al pujante poder de las autoridades eclesiásticas. Obviamente, estas disquisiciones en litigio pertenecen al más puro bizantinismo:
«… la carta de Juan a Pedro el Viejo, hacia el año 568, y habiendo comenzado a reinar Justino en no- viembre del año 565, Justiniano había muerto poco antes ¿quien consiguió, siendo éste el juez para otorgar el Palio? (…) puesto que en verdad el Palio otorgado tiene importancia, ya que lleva consigo una potestad inequívoca»(40)
Los textos, aunque aluden al palio homónimo, sugieren una etapa de traslación de funciones gubernativas y poderes con sus símbolos a los nuevos funcionarios-sacerdotes; remodelación que sería intensa entre los siglos IV al VI. Todo indica, por tanto, que los murales de la iglesia romana de «Los Cuatro Santos Coronados» reflejaban un hecho cierto al mostrar al papa Silvestre recibiendo el «conopeum» del emperador Constantino; antes que Aragón usara la heráldica barrada.
Respecto al significado que la lglesia dio a esta simbología hay varias interpretaciones. Tanto los textos antiguos recopilados por Muratori o los escritos de Inocencio III, dan cabida a todas las elucubraciones que después surgieron, por ejemplo: que las dos barras rojas de la primera Señera significaban las dos maderas de la cruz de Cristo, o las teorías sobre su equivalencia a las virtudes.
LAS CONNOTACIONES HEBREAS
La Iglesia tuvo otra fuente de inspiración simbólica y ceremonial en la cultura hebrea, motivada principalmente por la lectura y análisis de los libros sagrados judíos.
En el pasaje del Libro de Josué referente a la conquista de Jericó se narra el envío de espías a esta ciudad, siendo detectada su presencia por los soldados del rey: aunque la intervención de la ramera Rahab, que les ocultó en su vivienda, facilitó el éxito de los enviados dc Josué. Los hebreos, agradecidos, indicaron a la mujer que colocase una señal en el exterior de su casa para que fuera respetada en el saqueo y matanza general:
«A Raháh se le dijo, que dejara colgada de su ventana la cinta de escarlata, la que debía tener en su frente la señal de la sangre de Cristo, para que por ella se salvase, y esto figuraba la Iglesia, que se había de formar y propagar por la conversión de los Gentiles»(41 ).
(37) Ibidem, pp.16 y 24
(38) Biblioteca Vaticana: Urb. lat., 1764, fol.3 V.
(39) Divi innocentii pontificis maximi eivs nominis III /viri eruditissimi simul atque gravissimi opera. Venecia, 1578, pp.326 t 334.
(40) Muratorius, Ludovicus: op. cit., tomo 3, pp.12,13 y 104.
(41) Santa Biblia, traducida de la Vulgata latina. Madrid, 1852, p.469
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