era un reino más de los Habsburgo, en el siglo XV. Curiosamente, la relación que existió entre la casa real húngara y aragonesa – incluso con enlaces matrimoniales – propició que algún heraldista tardío afirmara la pertenencia de Hungría a la Corona de Aragón:
«Son de la Corona de Aragón los Reynos de Ungria(…)en los títulos y Provisiones que se despacha en el R.C. de Aragón se ponen estos títulos y las armas de estos Reynos están delante » (96)
El mismo cronista, Francisco Valonga, afirma que fue Aragón el que concedió a la Iglesia las barras rojas y amarillas de la umbella:
«el estandarte de la Iglesia es de los colores de las armas de los Reyes de Aragón por concesión de Inocencio III, la qual preeminencia concedió al rey Pedro de Aragón para él y sus descendientes y así los Reyes de Aragón son ganfaloneros mayores de la Iglesia » (97)
Aunque el manuscrito de Valonga es, teóricamente, del año 1513, no es así. El ejemplar de la Biblioteca Nacional muestra grafía de fines del siglo XVII, y relata hechos de 1630; nos encontramos, por tanto, ante la clásica versión adulatoria de la monarquía peninsular, contrastando con las crónicas romanas. Por ejemplo. Alexandri Turre en «HIERARQUIAE ECCLESIAE.» recoge en la misma página la condición del «Rey de las Españas, conocido en todo el Orbe como invicto protector de la Iglesia Romuna», y la:
«ornamenta pontificia, palio pluvialis, dorada y purpúrea, de grandes proporciones, que cubre al Jerarca de la Santisima Iglesia» (98)
El historiador romano para nada relaciona la heráldica de la Iglesia con Pedro II de Aragón. En consecuencia, el origen más coherente de las barras estaría en las franjas purpúreas que los dignatarios del Imperio Romano ostentaban en sus ropajes:
«…de modo que el mismo emperador Teodosio (382) dispuso que los senadores llevasen las franjas de púrpura» (9.9)
Estas franjas, usadas también en ceremonias imperiales, serían incorporadas en trajes de los adeptos a la nueva religión que se practicaba en las catacumbas. En un principio eran dos, coincidiendo con la primitiva señera:
«…exornábala (la túnica) dos anchas franjas de púrpura » (100)
Y, también, «era mas ancha (la franja) cuanto mayor la categoría del personaje que la llevaba. » (101). Es de señalar que las franjas rojas de los nobles romanos no parece que fuesen novedad por deseo de Teodosio, según afirmó Manjarrés. Por lo menos, así lo dan a entender otros autores al citar la llamada «trabeae curules» entre los «romanorum regum insignia», junto a la «sella eburnea», «corona aurea», etc. La trábea era una toga de lujo, adornada con bandas de púrpura, usada por reyes, cónsules, nobles de posición y los augures: estos últimos, una variedad de sacerdotes, se diferenciaban por tener sus franja de un cromatismo rojo azafrán (102). Es indudable, por tanto, que éstas tenían una carga simbólica y jerarquizante, constituyendo un antecedente de la heráldica medieval.
La obra de Alexandri Turre sobre las jerarquías eclesiásticas, editada en Roma el año 1588, recordaba la equivalencia entre los altos dignatarios de la Roma imperial – incluidos los augures – y la Iglesia:
«Trabeas, caeteris que regum insignibus(…)Imperatur, Consules, Proconsules, Tribuni plebis, Paefectus, Quaestores, Aediles Curules, Censores, Magiste equitus, Decem viri, Trium viri, Legati Numcii, Oratores, Augures, Flamines…» (103)
(96) Valonga, Francisco. Stemmanta y Blasones de los Mayores Monarcas del Mundo, 1513, fol. 40 r (Biblioteca Nac. dc Madrid, sig. Ms. 1 1.696)
(97) Ibidem, Fol. 12 v
(98) Turre, Alexandri: De fulgenti radio hierarquiae ecclesiae. Roma, año 1588, p. 306
(99) Manjarres, José: Nociones de arqueología cristiana. Barcelona, 1867, p. 220
(100) Ibídem, p. 219
(101) Manjarres, p. 219.
(102) Cassane, Bartholomé: Catalugus Gluriae Mundi. Francofurti, 1603, p. 12
(103) Turre. Alexandri: op. cit, p. 234.
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