ARMAS HERÁLDICAS DE CATALUÑA
Armas heráldicas del Condado de Barcelona
En el primer capítulo se ha abusado de citas muy similares, en las que se podía apreciar la dificultad de seleccionar entre un conjunto de datos ofrecidos por autores que no discernían entre leyenda e historia real y los habituales historiadores perezosos, que arrastran los datos con que se van topetando sin comprobación documental alguna. En la actualidad se continúa bebiendo en fuentes dudosas que no son cuestionadas.
Los cronistas que opinaron sobre heráldica en el Renacimiento fueron coherentes con una concepción de la historia en que la gloria, el paganismo, los héroes y la fábula formaban un elemento enriquecedor de los pueblos.
Retomando al ejemplo de Lucio Marineo Sículo, citado antes, era muy significativo el ambiente que le ofrecía la decoración de la Universidad de Salamanca, lugar de su labor docente durante largos años. Consistía en un verdadero ciclo que abarcaba el misterioso mundo astrológico, pintado en la bóveda de la Biblioteca; por el resto del edificio, claustro, fachada y cuerpo central de la escalinata era posible observar una serie de esculturas y bajorrelieves con personajes míticos que mediante jeroglíficos transmitían sabiduría a los mortales (1).
Si dejamos las crónicas fabulosas y nos ceñimos a datos concretos, nos encontraremos con una realidad muy distante a la «oficial». No existe, en los siglos XII y XIII, una organización política o estado llamado Cataluña; no existe una nación con ese nombre, pero sí encontramos una serie de territorios no muy extensos, bajo la dirección de condes y señores que, lentamente, son absorbidos por el Condado de Barcelona. El titular de este condado no es un personaje poderoso, capaz de dictar órdenes y leyes a ningún reino vecino; aunque sí es un prudente administrador de su escaso poder. Ramón Berenguer, a quien los historiadores catalanes llamaron el Grande, no duda en casarse con la hija de un guerrero, aunque éste sea Díaz de Vivar; enlace atípico, pero significativo de su debilidad militar, puesta de manifiesto en el fracaso de su primera empresa bélica:
«La expedición contra Tortosa, la cual hubo de abandonar (…) porque la muerte le privó de su poderoso aliado, el Cid »(2)
Nos centraremos en la figura de Ramón Berenguer III el Grande, ya que así nos impulsa el siguiente razonamiento del historiador catalán Sans y Barutell:
« Si no atribuyésemos a éste (Ramón Berenguer) el uso de las barras sería preciso dejar sin armas al linaje de los Condes de Barcelona » (3)
¿Qué simbología heráldica utilizó el conde? Una de las fuentes empleadas para solucionar estas dudas suele ser el análisis de las monedas; las de Ramón Berenguer nos ofrecen, como es normal, el nombre del territorio, Barcino; también podemos observar en el anverso, aparte del topónimo, un conjunto de veros o círculos de pequeño diámetro que circundan a una flor de lis; en el reverso, una cruz mezcla de potenzada y de Malta, y en los cuadrantes definidos por los brazos de la cruz, un vero o círculo en cada uno de ellos. Si el Condado de Barcelona hubiera tenido las barras como heráldica, lo más lógico es pensar que las representara en su moneda. Lo que nos ofrece su iconología es una composición muy similar a la antigua moneda de la Marca Hispánica, acuñada por Carlomagno, en la que también aparecía la cruz, sin olvidar la flor de lis, con su connotación francesa (4).
La realidad es que no hay ningún documento, miniatura, moneda o legajo que nos dé algún indicio de la utilización de las barras por este conde barcelonés, aun cuando supondría una baza importante; ya que el siguiente, Ramón Berenguer IV, fue consorte de la reina de Aragón.
(1) Sebastián, Santiago; Arte y Humanismo, Madrid 1978, p.140. Simbolismo de los programas humanísticos de la Universidad de Salamanca, 1973.
(2) Blanch e Illa, Narciso; Crónica General, Madrid 1866, p. 32.
(3) Barutell; op. cit., p. 225.
(4) Cayón, Juan R.; Las monedas españolas, Madrid 1983, p. 198.
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