noviembre 3, 2024

El mordisco a Montpellier – per Ricart Garcia Moya

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Ramon Llull

Según Eco, «Ramon Llull era un catalán nacido en Mallorca, autor de obras escritas la mayor parte en árabe y catalán» (La búsqueda de la lengua perfecta. Barcelona 1996). EI semiólogo italiano, amable con la editorial barcelonesa, considera catalán a Llull, a pesar de que no existió ningún estado que se titulara Cataluña en vida del filósofo, muerto en 1316. En sus longevos 84 años, Lulio escribió obras en Montpellier, Mallorca, Roma y en el convento de Vauvert, junto al Sena, pero ni una en Cataluña. Sus años fecundos los vivió en París, aunque residió en Nápoles, Génova, Túnez, Chipre, etc. Súbdito del rey de Mallorca -no del conde de Barcelona- visitó el condado esporádicamente y utilizó en sus tratados el provenzal, latín y árabe.

Cuesta reprimir la carcajada al leer en la Gran Enciclopedìa Catalana que «el Rey de Cataluña Jaime II quiso traducir del catalán al latín un tratado de Lulio». Lo que no dice la GEC es dónde consta que el citado monarca -nacido en Valencia- se titulara «rey de Cataluña» (¡je!), y tampoco aclara qué archivo posee el escrito donde Jaìme II expresa el deseo de traducir la obra «al català» (¡je,je!). Con igual rigor melonero, la GEC quiere hacer creer que Lulio redactó en catalán «L’Art compendiosa», y que escribió la «Retórica nueva» en la misma lengua durante su estancia en Chipre en 1301. Como en el tocomocho, siempre hay crédulos para un timo.

Pasemos a la realidad. EI Blanquerna, por ejemplo, fue escrito en Montpellier, metrópoli universitaria del provenzal usado por Lulio, y capital cultural perteneciente al rey de Mallorca. Pasado el tiempo y con la Ilegada de la imprenta a Valencia, se editaron en ella más incunables lulianos que en cualquier otra urbe europea; entre ellos figuraba el Blanquerna, «traduit dels primers originals, y estampat en Ilengua valenciana«. Estas ediciones se leían en círculos humanísticos de Mallorca y Cataluña, dado que la lengua valenciana extendía su benéfica influencia desde la cuña leridana, a cuya universidad acudían los futuros intelectuales de la Corona de Aragón.

Las ediciones valencianas, más comprensibles que los manuscritos provenzales, sirvieron de modelo para la traducción a otras lenguas. Así, en la Universidad de Barcelona se conserva un ejemplar en casteIlano del Blanquerna impreso en Mallorca en 1749. La portada, aparte del kilométrico título de «Blanquerna: maestro de perfección christiana en los estados del matrimonio…», testifica que fue «traducida fielmente del valenciano y de un antiguo manuscrito lemosino, en lengua castellana». Por presbicia o lentes empañadas, los filólogos del Institut d’Estudis Catalans siempre leen «catalán» donde el original dice «valenciano».

Veamos otro ejemplo ocultado por la progresía catalanera. En octubre de 1298, Lulio termina la «Filosofía del amor» en su celda del convento parisino de Vauvert. Como era habìtual se tradujo en 1516 a la lengua culta de la corona aragonesa: «Vernacula valentiae lingua Philosophiam hanc amoris, sive primitus scriptam ab autore…». Este testimonio no lo encontrarán ustedes en las Enciclopedias Valenciana y Catalana, sino en los neutrales historiadores mallorquines del barroco (Disertaciones históricas del Beato Raymundo Lulio. Mallorca 1700, p. 609).

Antes de la Ilegada de la imprenta, el saber de Lulio se extendió por la Corona de Aragón gracias al círculo luliano de Valencia, amparado por privilegios que el rey otorgaba a religiosos como Pere Rosell o comerciantes como Berenguer de Fluxia para «que pudieran divulgar por los reinos de la Corona el Ars Magna». Los manuscritos traducidos al romance valenciano se iniciaron en 1218 con el «Art de confessió», al que seguirían otros como «Els cent noms de Deu», «Blanquerna», «Filosofía del amor», etc.

EI catalanismo -una vez controlado el territorio de Lulio y el valenciano- abre fauces en dirección a Montpellier y toda la Occitania. Están aplicando la estrategia usada con Valencia, es decir: la unidad de la lengua. Así, en la revista del Régimen podemos leer que «el alto nivel de similitud entre catalán y occitano genera un área de comprensión mutua de unos 25 millones de personas» (EI Temps, 15 de marzo, 1999, p. 32) . Si se aplicarán ellos mismos la teoría inmersionista, el catalán sería el andaluz del provenzal, y tendrían que adoptar las normas del idioma del norte, es decir: el lemosín de Montpellier usado por Lulio y Jaume I, pues el conquistador nació en Montpellier y no en Barcelona, como divulga la inmersión.

Con la teoría de «la comprensión idiomática» la Generalidad de Cataluña sueña con mapas que abarcarían el seco Segura y el caudaloso Ródano, desde Valencia a Valence del Delfinado. Aunque tienen miedo de una «valencianització» (p. 26) occitana que rechazara la inmersión. Pero el mayor problema de Occitania, dicen, lo coiistituye ese «17% de musulmans, immigrats del Magrib» (EI Temps, p. 26). ¡Qué contraste! Raimundo Lulio amaba a los musulmanes y quería fundar en MaIlorca y Montpellìer colegios donde se estudiara el árabe. Los catalaneros, liberales de boquilla, desprecian a los musulmanes y no saben cómo deshacerse de ellos.

LAS PROVINCIAS, 21 de març de 1999

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