Cataluña es un pueblo creativo e inventor. Ellos restauran la tumba de Ramón Berenguer y, a su vez, es alterada la de la Catedral de Barcelona: ninguna es de la época, pero el visitante contemplará numerosos escudos barrados sobre ellas. Si, por ejemplo, no tienen moneda medieval que lleve el nombre de Cataluña, utilizan un sucedáneo de la misma.
Una reciente publicación de. la Generalidad de Cataluña titulada «HISTORIA D’ELS CATALANS», aporta como moneda medieval de Cataluña un simple sello de la Diputación; allí, efectivamente, aparece el nombre de «CATHALUNYA», pero no es moneda; pues en la Edad Media no existió tal modelo. Quizá fue un lapsus del Servicio de Publicaciones de la Generalidad. pero los 30.000 ejemplares de la edición (55) ya cumplen su función distorsionadora en bibliotecas y colegios. Por si fuera poco, ciertos escritores valencianos contribuyen al propagandístico catalán, quizá involuntariamente. Así, el prolífico Juan García Atienza —especialista en inconclusas historias templarios, santor errantes y supervivientes de la Atlántida—, afirma en uno de sus libros editados en Barcelona haber extraído datos de un quimérico «Archivo de la Corona Catalana-Aragonesa (ACCA), modificando sin causa justificada el nombre del«Archivo de la Corona de Aragón» (56).
Artesanía de la falsificación de pruebas
La falsificación de documentos era un hecho habitual desde hacía siglos, y de ello saben mucho los paleógrafos que estudiaron los más antiguos e importantes romances peninsulares. La inclusión de alteraciones inciertas, que beneficiaban los privilegios o prestigio de algún linaje o monasterio, fue llevada a extremos de admirable virtuosismo.
El procedimiento para envejecer piedras o esculturas, provocar pátina añeja en pergaminos que tenían días, o la aparición de grietas en pinturas recientes, no tenía secretos para los falsificadores renacentistas y barrocos. Fue en tiempos del culto rey Carlos III cuando se comenzó a procesar a estos inquietantes personajes, generalmente religiosos.
El caso más escandaloso ocurrió en 1774, cuando el propio monarca ordenó investigar «unas antigüedades extraídas dentro de sus dominios». En el texto del proceso se detalla lo siguiente:
«Idearon los reos la composición de varios monumentos, que confirmasen las mercedes y privilegios de los reyes a favor de la Santa Iglesia de Santiago, y son los siguientes: un quaderno, o carta en caracteres arábigos, su principio está escrito en tinta encarnada» (57)
En el siglo XVIII, el vocablo «monumento» equivalía a lo que ahora calificamos de «fuente histórica»: por tanto, abarcaba sellos, pergaminos, esculturas, monedas, etc. Recordemos que Fray Mariano aporta «inflexibles monumentos» para demostrar la catalanidad de las barrasen su libro del año 1725. Los procesados en 1774, también religiosos, eran: el padre Juan Echeverría de la orden de capuchinos y Fr. Juan de Flores, mercedario. Como era de rigor, éstos no se limitaron a las pruebas materiales o «monumentos inflexibles», también redactaron dos extensos volúmenes fundamentando sus hallazgos; siendo impresionante el título de ellos:
«Primera y segunda parte de la religiosa observancia del Voto general de España, vindicado de las objeciones de sus impugnadores con los más firmes apoyos de la antigüedad, ciertos y constantes hechos, que pretende negar la moderna crítica» (58)
Los «firmes apoyos de la antigüedad, ciertos y constantes» incluían varios sellos de bronce; uno de ellos «con asignación al Obispo Pelagio, único de este nombre en la referida S. Iglesia por los años 978», contenía la figura ecuestre de Santiago con una bandera. El mercedario descalzo Juan Flores, coautor de las falsificaciones, realizó una demostración de sus habilidades ante el Tribunal. He aquí alguna de sus técnicas:
(54) Valonga, Francisco: Stemmanta y Blasones. Bib. Nac. de Madrid, Ms. 116%, f. 39 r.
(55) Historia d’ els Catalans: Servicio de Publicaciones de la Generalidad de Cataluña. Barcelona 1987, p. 27.
(56) Atienza, J.G.: Guía de la Inquisición en España; Barcelona 1988, p. 85.
(57) Antigüedades supuestas; monumentos de la Alcazaba: año 1780: Fondo antiguo de la Bibl. Provincial de Burgos (Ref. 49/561)
(58) Ibídem. p. 50.
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