octubre 17, 2024

Armas heráldicas de Cataluña – pag. 106

«per mantenirse baix lo suau Domini del Emperador, y Rey nostre Senyor (el Archiduque Carlos), també per la conservació de las Llibertats, Privilegis, y Prerogatives del Cathalans» (157)

En la parte superior del mandato impreso aparecía la heráldica institucional: Cruz de San Jorge en losange (esta forma rómbica remontábase a los siglos XIII y XIV, antes que surgiera la creencia en su sóla representatividad femenina o ciudadana). Como era usual, las armas se incluían en los sellos; el correspondiente a la Generalidad llevaba, aparte del losange con la cruz carolingia, la leyenda:

«Sigillum parvum scribania maioris generalis Cathaloniae»

La bandera de San Jorge de la Generalidad también formó parte, en aquellos aciagos días, de las ceremonias de rendición:

«… el mismo día entregaron los Diputados la Vandera de San Jorge» (158)

Banderas y sellos proclamaban a los cuatro vientos cuál había sido la simbología de la institución hasta 1714. A pesar de ello, la actual Generalidad consiguió apropiarse oficialmente de las barras de los reyes de Aragón, rechazando sus armas tradicionales. Pero el escándalo atributivo de las barras fue colectivo en Cataluña; sin apoyo documental, sólo por creer que eran catalanas, se incluyeron en escudos que no las tenían; era una consecuencia más del romanticismo histórico. En nuestros días, hasta los propios heraldistas catalanes lo reconocen:

«Otra característica de los sellos municipales del siglo XIX y principios del XX es que, por un patrioterísmo mal entendido, la mayoría de los municipios quisieron incluir en los escudos la señal de los Cuatro Palos, quizá pensando que poniéndolos serían más catalanes» (159)

Triste es reconocer que igual sucede actualmente en la mayoría de pueblos de la Comunidad Valenciana. Sin ningún fundamento -salvo la catalanización a  ultranza se aprueban banderas barradas que sólo expresan desconocimiento vexilológico en ediles que lo toleran. En fin, Bruniquer, erudito del siglo XVII, y Doménech y Montaner, historiador del XX — ambos catalanes— servirán de colofón con sus acertadas frases sobre la antigua heráldica del Condado de Barcelona o Principado de Cataluña:

«Bruniquer, el savi arxiver de la ciutat en el segle XVII, reivindica com propi senyal a Barcelona, la creu (,..) La Deputació de la Generalitat de Cathalunya que fon erigida y comensada l’any 1359 fa per armes la sola creu com armes antigües de Barcelona, que es dir Cathalunya» (160)

Es decir, la Generalidad, año 1359, escogió la cruz, no las barras, por ser «armas antiguas de Barcelona, que es decir Cataluña». Ante estas evidencias, heraldistas catalanes de nuestros días (Martín de Riquer, Udina Martorcll, Ainaud, etc.) esgrimen, patéticamente, argumentos calificados de «inequívocos» por ellos mismos; en realidad, son tan creíbles como aquellos «monumentos inalterables» que elaboraron los religiosos Juan de Flores y Echevarría en 1725. Cada cierto tiempo, no conviene abusar, descubren franjas rojas y doradas en antiguas tumbas de monasterios y catedrales, generalmente en Gerona, Ripoll o Poblet. No obstante, pocos son los crédulos, pues el más ignorante sabe que una de las actividades favoritas del ser humano fue manipular sarcófagos y criptas; ya para saquearlas o, por el contrario, restaurarlas «convenientemente». El mismo Pedro IV, en el siglo XIV, reconstruyó sepulturas de sus antepasados en Poblet y San Juan de la Peña. Ciertamente, como las tumbas no hablan, y los pigmentos de sus muros pueden ofrecer un abanico cronológico acomodaticio al investigador, no son mal recurso para mantener viva una creencia que la documentación seria descalifica.


(157) Sempere y Miqucl, S.: op. cit., p. 154.

(158) Castellví: op. cit., tomo VI. fols. 397 y 406.

(159) Fluviá y Escorsa, A.: «Qüestió d’escuts»; «El Temps». 4 mayo 1987, p. 46.

(160) Domenech y Montaner, Lluis: op.cit., p. 46.


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