EL PENDON DE LA CONQUISTA
La fiebre de las reliquias
Desde mediados del siglo XIX han influido más las fábulas gótico-renacentistas y las creaciones literarias e intuitivas de historiadores románticos, que las fuentes históricas serias referentes al pendón de la Conquista. El primero que alertó a los valencianos con sospechas referentes a esta enseña fue Roque Chabás en el año 1900:
«…no es posible sea la bandera real la que tiene el Ayuntamiento, porque la tela, pintura y paleografía de la fecha la denuncian como obra del siglo XVI o XVII» (1)
El investigador fue acusado de no conocer los textos relacionados con el tema (2); pero Chabás sabía, y mucho, de lo que opinaba. Fue cronista oficial de Alicante, archivero de la Catedral de Valencia, académico correspondiente de la R.A. de la Historia, miembro de la Sociedad Arqueológica Valenciana; fundador de las revistas «El Archivo» (Denia, 1886), y el «Archivo Valenciano», miembro del recién fundado Rat Penat, iniciador de los Congresos de Historia de la Corona de Aragón. Autor de más de cien títulos de investigación sobre historia valenciana, que abarcaron temas tan diversos como donación del término de Gandía por don Jaime, los mozárabes valencianos, cronología de reyes musulmanes de Denia o el estudio de textos arábigos.
Chabás, nacido en Denia el año 1844, denunció lo dudoso de la reliquia, y era persona acostumbrada a trabajar sobre objetos medievales; no hay que olvidar que tuvo a su cargo el rico archivo y tesoro de la Catedral de Valencia. Cuando dio su veredicto estaba en la etapa más fecunda de su labor investigadora; tenía 56 años y no fue, por tanto, un juicio generado por inexperiencia o precipitación, sino por la seguridad que le proporcionaba su conocimiento de objetos y técnicas artesanales medievales. El era consciente de la proliferación de falsas reliquias, no sólo en los archivos y dependencias eclesiásticos. La denuncia de Chabás cayó en el olvido, y la creencia, arraigada en siglos de penuria investigadora valenciana, permaneció hasta el presente.
Durante el siglo XIII, correspondiente a la conquista del reino musulmán de Valencia, y gran periodo del XIV, nadie se tomó lo de las cuatro barras en serio. Si, como afirman algunos historiadores actuales, hubiera tenido el valor casi sagrado de bandera nacional el llamado pendón de la Conquista, no se comprende ni se corresponde con la total indiferencia hacia él por parte de los valencianos contemporáneos del conquistador Jaime I. Así, tampoco se mencionan las cuatro barras como real señal o señera en textos de los siglos XII, XIII y primera mitad del XIV.
Indagar los orígenes de una falsa reliquia es entrar en el campo de la especulación, pues, por razones obvias, los iniciadores del equívoco suelen encargarse de borrar todo indicio que les delate. Acaso el llamado pendón de la Conquista fuera copia de alguna bandera usada por compañías aragonesas del ejercito real a mediados del siglo XIV; bien en la guerra de los dos Pedros, o en el conflicto de la Unión valenciana. Los soldados aragoneses de Pedro el Ceremonioso utilizaban habitualmente enseñas de tres, cuatro y hasta ocho barras; el número de ellas pudiera responder a una función organizativa y logística en acciones bélicas. Sabemos que los valencianos arrebataron al ejército del Ceremonioso diversas banderas que eran llevadas a los templos de Valencia; por ejemplo, en la batalla ocurrida el 19 de diciembre de 1347 en las cercanías de Bétera; en esta ocasión los estandartes se depositaron en la catedral.
¿Cómo se transformó una enseña sin valor en reliquia? siguiendo un proceso similar al de otras. El Reino de Valencia recibe en el siglo XV numerosas reliquias que el pueblo considera auténticas y valiosas; era lógico, los valencianos habían alcanzado cierto poder económico y militar que les permitía organizar acciones de guerra, como la Cruzada contra Tedeliç; la silla papal fue ocupada por Calixto III y, posteriormente, por Alejandro VI. El que puede, por cualquier medio, adquiere y manda a la catedral o iglesia de su población de origen las reliquias del santo preferido, pero sucede que junto a reliquias auténticas hay otras que no ofrecen garantías de autenticidad; aunque no importa, todo se admite y no se rechaza lo absurdo o increíble. Nadie plantea dudas, pues las iglesias necesitan poseerlas, al llevar consigo un incremento en el número de visitantes y, proporcionalmente, donativos.
(1) Carreras Candi, F: Geografía del Reino de Valencia. Tomo de la provincia de Valencia, p.550, nota 1070.
(2) Ibídem
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