La portada de los Anales reproducía con meticulosidad las armas heráldicas de los nueve estados principales (alguno sólo se poseía en título) de la todavía vigente Corona de Aragón. (83) Para la correcta descripción del grabado seguiremos un análisis de su simbología heráldica publicado en el Boletín de la Real Academia de la Historia en 1921:
«Ingenuam ut spem feliciter gestis metiamur / Primera parte De los / Anales de Aragón / que prosigue los del secretario Gero / nimo Çurita desde el año MDXVI (…) por el Dr. Bartholomé Leonardo de Argensola / Chronista del Rey N.S. de la Corona y Reyno de Aragón / En Zaragoza (…) año 1630. En la parte superior de la portada, escudo de Aragón. Alrededor de la portada escudos de Cataluña, Valencia, Mallorca, Sicilia, Nápoles, Neopatria, Cerdeña y Jerusalem» (84)
El ejemplar, que puede consultarse en la Biblioteca de la Universidad de Valencia, ofrece con toda claridad —y garantía del Cronista Real, que asesoraría al grabador— el escudo con las genuinas armas de Cataluña: las barras cuartelas con la cruz. Igual evidencia muestran las Atarazanas de Barcelona con numerosas cruces heráldicas esculpidas en pilares y contrafuertes. La obra, realizada a fines del siglo XIV, nos confirma qué símbolo llevaron las banderas de los barcos construidos en ellas. El único escudo con barras es el correspondiente a Pedro el Ceremonioso, que, como rey de Aragón (Daragó, Dragó) muestra sobre el yelmo el Dragón Alado (Drach); su situación en la clave del ateo de acceso a las Atarazanas es similar a los modelos que en igual fecha se realizaron en todas las capitales de la Corona de Aragón.
Dado que las Atarazanas fueron edificadas en los reinados del Ceremonioso y de Juan el Cazador, sus relieves con la cruz de Ramón Berenguer desmienten los documentos de 1396y 1406; que se podrían incluir en el amplio capítulo de equívocos y confusiones de la heráldica:
«los libros de armería … que han andado por muchas manos, y hacen ello (los reyes de armas) muchos sobrepuestos y borrados, y aun se han hallado muchas falsedades; y muchos, con inteligencia, hicieron poner en ello lo que quisieron» (85)
Estas notas, extraídas de un proceso del año 1623, no eran la excepción. Entre la fauna archivística de los siglos XV y XVI hubo batallas no legales para acreditar y poseer símbolos, derechos y linajes con pasado glorioso. No hay duda que las barras era una de las piezas más apetecibles.
Con la bandera sucedió algo similar que con la moneda; no existió una enseña de Cataluña, pero sí del condado de Barcelona. El nombre del territorio no era coincidente con el de una nación; recordemos que los písanos que acompañaron a Ramón Berenguer III el Grande (año 1114) en la expedición a Mallorca le denominan como «Dux Pyrenes», o «Comes Pyrenei»(86), entre otros títulos. Es decir, «Catalania» o «Cathelania» era algo equivalente a la denominación de un terreno más o menos extenso; como si dijéramos el «altiplano» o las «Alpujarras», términos para designar zonas geográficas; no naciones. Igual sucedió con la Marca Hispánica:
«El término Marca Hispánica no indica un distrito superior del Imperio carolingio regido por un marqués como muchas veces se ha creído, sino una simple zona geográfica» (87)
(83) Argensola, Bartolomé Leonardo de: Primera parte de los Anales de Aragón, que prosigue los del Secretorio Gerónimo Zurita, Zaragoza, Año 1630.
(84) Boletín de la Real Academia Española. Madrid, 1921. Tomo LXXVIII, p. 223.
(85) Libro de Armería del Reino de Navarra: Pamplona, 1982, p. 69, nota 96.
(86) Capdeferro, Marcelo: Otra historia de Cataluña. Barcelona, 1985, p. 80.
(87) Salrach, José Mª: Así nació Cataluña. Cuadernos Historia 16. Madrid, 1985, p. 4.
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