abril 24, 2024

Armas heráldicas de Cataluña – pag. 85

La «afortunada Compañía de los Francos» (respetando la autentica denominación del siglo XIV), fue contratada por el emperador Andrónico II, igual que hizo con los mercenarios alanos al mando de Georgios. El jefe de los almogárabes o Compañía de los Francos era Roger de Flor, italiano nacido en Brindisi e hijo de alemán e italiana; por tanto, un catalán muy «suigeneris». A su muerte, acaedida en 1305, se nombró sucesor al valenciano Berenguer de Entenza; que sería asesinado por los catalanes Gisbert y Dalmau de San Martín que, «como iba desarmado, le atravesaron
con sus lanzas».

La Compañía fue expulsada de Galípolis en 1307, deambulando su heterogénea chusma por las indefensas tierras de Grecia; en 1308 está documentado que se encontraban asustando y tratando de robar a los pobres monjes del Monte Athos. Pero su verdadera maestría la alcanzaron en el asalto por sorpresa a pequeñas poblaciones, como Rodosto en la Tracia; donde, según ensalzan sus cronistas, «no se perdonó a nadie, hombres, mujeres y niños», no salvándose del meticuloso degüello ni los animales. (93)

La horda prosiguió su dantesca labor hasta ser contratada por el Duque de Atenas, un franco llamado Gaulier de Brienne que parasitaba a la población del Atica. Ante la insolvencia del francés Gautier se sublevaron los mercenarios, librándose una batalla en marzo de 1311 que haría cambiar de dueño esta región de Grecia. La Compañía de los Francos incluía fuerzas turcas con 800 jinetes y 2000 infantes (94), más otros 1000 soldados túrcoples; es decir, casi el cincuenta por cien, siendo su aportación fundamental en el choque con el Duque de Atenas, vencido y decapitado por un turco. No debe sorprender que los griegos sintieran repugnancia respecto a «esos bribones que vendían sus cautivos cristianos a los turcos». (95)

Los cronistas catalanes exageran el número de combatientes en las batallas, pareciendo razonable la cifra de 4000 o 5000 mercenarios (incluidos los turcos) los que formaban la Compañía de los Francos en sus días más gloriosos, o sangrientos; aunque es verosímil que del variado origen de sus miembros: aragoneses, valencianos, turcos, italianos, túrcoples. mallorquines, sicilianos y catalanes, serían estos últimos los más numerosos. La huida de los condados catalanes para poder subsistir era una solución habitual, no importaba qué señor les ofreciera el sustento, ya fuera Andrónico el bizantino o Gautier el franco; tampoco les preocupaba la alianza con los turcos y la excomunión lanzada por el Papa.

El epílogo de los Francos y sus descendientes llegó con la aparición de otros aventureros. En 1379, la Compañía Navarra de Juan de Urtubia, que constaba de poco más de cien hombres, expulsaba de Tebas a los «catalanes». Compañías de genoveses, venecianos y florentinos terminaron la limpieza comenzada por Juan de Urtubia.

Respecto a las banderas utilizadas no existen apenas referencias, pero todo indica que incluirían las barras del soberano de Aragón y la imagen de San Jorge, alternando con las armas de los nobles que les contrataban, como Gautier de Brienne o las del rey de Sicilia, del que se consideraron súbditos durante bastantes años. El sello de la Compañía de los Francos en 1305 llevaba en el anverso la figura ecuestre de San Jorge, y en el reverso las dos barras de la primitiva señera. Quizá la presencia de San Jorge se debiera a ser también el Patrón del Imperio Bizantino, cuya imagen era usada en los actos de la coronación imperial, tanto de Andrónico II que les contrató, como de su sucesor Juan Cantacuceno (96).

El sello de 1305 ostentaba la inscripción : «Félix Francorum exereims in Romania partibus» (97), que traducido por hábiles historiadores se transforma en la «Gran Compañía Catalana en Grecia». Aunque hay excepciones, pues el catalán Montaner que participó en la expedición, recuerda que los almogábares llevaban banderas reales del «senyor rey d’Aragón».


(93) Moreno Echevarría, José Mª: Los Almogábares. Historia y Vida, nº 167, p. 19.

(94) lbidem, p. 20.

(95) Setton, K.: op.cit, p. 45.

(961 Marlene, Edmundo: De Antiquis Ecclesiae Ritibus,  libri 3; Ex Johanne Cantacuceno, De coronatione Imperatoris. Antuerpiae, 1763, p. 206.

(97) Setton, K.: op.cit, p. 42.


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