octubre 18, 2024

El pendón de la conquista – pag. 130

El mismo investigador, D. Roque Chabás, previene que «no figura tal cargo, ni el nombre de Pertusa en el Repartimiento». Es decir, en el libro que muestra la relación de donaciones a caballeros que acompañaron a Jaime I no aparece Joan de Pertusa. La primera mención documentada de un Pertusa es con Jaime II, ya en el siglo XIV, centuria en que esta familia tuvo un ascenso social importante.

En 1397 fue asaltada Torreblanca —en la actual provincia de Castellón— por piratas norteafricanos; la capital del Reino reaccionó con presteza y energía, organizando una flota de castigo contra los agarenos. Entre las naves que integraban la armada se encontraban dos galeras que fueron puestas bajo el mando del Justicia Criminal, cargo que ejercía mossén Jaime Pertusa; los expedicionarios asaltaron la ciudad africana de Tedeliz, considerada foco de corsarios, venciendo y saqueando al enemigo, aunque en el combate fue herido de muerte el noble valenciano Pertusa «víctima de la fe y de la patria»(66).

Este dramático suceso acaeció al finalizar el siglo XIV (año 1398) y, consecuentemente, los Pertusa alcanzaron gloria y fama en justa compensación por el sacrificio de un miembro del linaje; pero la rueda de la fortuna realizó un giro violento que afectó sensiblemente al prestigio recién adquirido, fue un suceso extraño. No había transcurrido una década de la cruzada a Tedeliz, cuando Joan Pertusa era sentenciado a muerte y decapitado; el motivo fue por el asesinato del gobernador del Reino de Valencia Don Ramón Boil, cuya pérdida llenó de indignación al Consejo. De todas formas, el apellido Pertusa tenía poder y lo confirma el hecho de que a un familiar del asesinado, Felipe Boil, le fue amputada la mano por haber dado un bofetón al Pertusa antes de ser ajusticiado.

Estas eran las opuestas andanzas de algunos miembros de la familia que afirmaba, en 1416, poseer en su capilla de la catedral de Valencia el escudo del rey Conquistador. Varias incógnitas podrían plantearse ¿cuándo fue depositado en la capilla familiar, y por quién? Los indicios apuntan hacia los tormentosos años finales del siglo XIV, con Pertusas capaces de actuar heroica y criminalmente. El buen nombre del linaje había sido herido, por tanto ¿qué mejor prueba de honorabilidad podría aportarse que poseer una reliquia envidiada por toda la Corona de Aragón?. Entonces, igual que ahora, no se exigían requisitos cuando el beneficio era mutuo. En la catedral de Valencia se congratularon del traslado al altar mayor del escudo «per que no tenien atra memoria del glorios rey que conquistá esta terra»(67).

La catedral de Valencia agradecía cualquier donación, ya que «no tenemos noticias de ninguna aportación de los reyes, que incluso sacan dinero de ella —Pedro IV en 1364—. Los ingresos se obtuvieron de las rentas de la catedral, bastante magras, y de los censos, legados y donaciones de los fieles »(68). En esta delicada situación económica no era extraño que aceptaran aumentar sus reliquias cívicas o religiosas, que equivalían proporcionalmente a mayor afluencia de fieles y, como natural consecuencia, de ingresos; «La catedral de Valencia fue obra eminentemente ciudadana, no real; el cabildo administra los donativos que recoge del pueblo»(69).


(66) Llorente, T.: op. cit. Tº 1. p.215

(67) Fragmento de la inscripción que existía en la Catedral de Valencia, jumo a las armas de los Pertusa y el «escudo real»

(68) Ivars, Francisco: La Catedral de Valencia ¿Iglesia real o para una incipiente burguesía? Congreso de Historia de la C. de Aragón, año 1967; vol. l. p.199.

(69) Ibídem, p.200


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