Escolano dejó en sus escritos algún párrafo referente al presunto pendón de la Conquista, pero su fuente de información -según confiesa- no es otra que el conocido Beuter. Por tanto, no pudo aportar ningún documento que avalara la autenticidad de la enseña y su longevidad más allá del año 1538. No obstante, Gaspar Escolano sí ofrece un dato importante (que los defensores de las cuatro barras no han querido analizar): el pendón fue retirado del templo sin que nadie lanzara una sola protesta. En consecuencia, Escolano no pudo contemplarlo, y según da a entender, fue tratado con la misma indiferencia que el resto de las enseñas que se retiraron de los templos. Es obvio que no era la Señera de la «Ciutat y Regne de Valenda», ni lo había sido nunca. Repasemos el texto de Escolano:
«Y cuenta el mismo Rey Don Jayme(…) como vio su estandarte Real arbolado en ella, le hizo venir las lágrimas a los ojos (…) Tenía el estandarte las armas modernas de Aragón, que son lo Palos, y de lo alto de la asta colgaban tres girones con las antiguas de los primeros Reyes de Sobrarbe, que eran las insignias del Tau o media Cruz, como la de San Antonio, pero blanca del color y talle que se les apareció; y finalmente tenía por timbre un Murciélago de plata. Quedó desde la Conquista depositado el Real Estandarte en la capilla mayor del Monasterio de San Vicente Mártir, que labró el Rey, según relación de Beuter. Y allí estuvo por mas de trescientos años; de donde pienso que la quitaron quando generalmente en una Synodo de Valencia fue mandada quitar de todos lo templos las banderas y pendones, por parecer que olían a vanidad y gentilidad» (116)
La pobreza informativa que Escolano ofrece sobre el pendón es significativa del nulo interés que despertaba entre sus contemporáneos. La portada de su «Década» exhibe su condición de «Cronista de nuestro Señor en dicho Reyno», y la dedicación de la obra a los «tres Estamentos, Eclesiásticos, Militar, y Real, y por ellos a los Diputados»; es decir, a los representantes del pueblo valenciano. Escolano sería, en la Valencia manierista, uno de los personajes con más autoridad en los círculos culturales; en consecuencia ¿nunca le formularían los Diputados del Reino alguna pregunta sobre el pendón?. En las conversaciones que surgirían entre el historiador y otros intelectuales valencianos, lo más normal hubiera sido que los amantes de la historia de la nación valenciana interrogaran al Cronista del Reino sobre el paradero del pendón, desaparecido en 1611. No fue así, la curiosidad -colectiva o propia- no obligó a investigar a nuestro cronista la fecha en que había sido descolgado; tampoco le pareció interesante saber en qué cuarto, almacén o arcón lo habían depositado, o si fue quemado junto a otros objetos inservibles.
Su investigación quedó reducida a formular la vaga expresión «de donde pienso que la quitaron», actitud que no hubiera sido posible si el pueblo valenciano considerara al pendón como la Señera Real del Reino. Por otro lado, la descripción de la enseña no concuerda con el pendón que se encuentra en el Ayuntamiento de Valencia; Escolano afirma que «portaba ya el Rat Penat y tres girones con insignias».
El pueblo valenciano no acababa de creerse la leyenda del pendón, aparecido a principios del XVI; caso de haber tenido alguna referencia sobre su autenticidad le habrían colmado de atenciones como ocurría con la «bandera de San Jorge», venerada y exhibida por aquellos años en la Catedral. Cuando Felipe III visitó el templo en 1599, los canónigos le mostraron:
«un estandarte traído del Cielo por este Santo (San Jorge)»( 117)
Por tanto, en el año 1611 la bandera se había retirado de la bóveda de San Vicent de la Roqueta por considerarse que no era idónea para el sagrado lugar, y no para protegerla de algún peligro; como afirma algún escritor actual:
«…permaneció colgado hasta el siglo XIX, con algunos momentos de excepción, cuando fue escondido por evitarle algún peligro»(118)
(116) Escolano, Gaspar: Década de la Historia de la Insigne y Coronada Ciudad y Reyno de Valencia. Año 1611. L. IV. fol. 823
(117) La orden que se tuvo en el juramento que hizo su Magestad, en la Ciudad de Valencia. Impreso en Sevilla por Rodrigo de Cabrera, año 1599, f.2.
(118) Sevillano Colom, F.: El Centenar de la Ploma. Barcelona, 1966, p.54
-142-